lunes, 28 de abril de 2014

Crónica de una conducta notificada

El reciente 19 de abril visité una librería de la capital que frecuento, pero esta vez el espacio tenía mayor concurrencia de la habitual. Agudicé mi oído en busca de algún dato que diese sentido a tal acontecimiento. El mismo nombre de autor fue repetido por cada cliente. Mayor fue mi sorpresa al percatarme que aquellos clientes no eran los que tradicionalmente llegan en busca de este autor. Estos no eran escolares cuyas manos sostenían una hoja tamaño carta con títulos de una lectura obligatoria, sino adultos que venían en distinta variedad de formas, colores y tamaños. Me acerqué a uno de los vendedores a preguntar si había algo que explicase tal entusiasmo (una rebaja en sus títulos era mi apuesta) pero éste me miró con una frialdad que provoca sudor en las manos y dijo “¿No se ha enterado? Murió Gabriel García Márquez”.

De inmediato supe que mi presencia no se ajustaba al acontecimiento, mi vestimenta no era la adecuada, aquel hombre ya no era un vendedor sino que se erigía como capellán y en mi desconcierto, no había notado los focos que, a falta de cirios, iluminaban la urna dispuesta al centro del salón y que estaba desbordada de libros escritos por el autor. Cada persona que ingresaba, lo hacía con la intención de presentar sus respetos y quizás llevarse uno de éstos como recuerdo, casi a modo de agradecimiento por haber estado atentos a la página de obituarios del periódico de los últimos días.

Regresé a casa, no quería ser irrespetuoso. Pero al sentarme en mi sala de estar, la realidad me golpeó. En frente mío, solamente un lomo con el nombre del autor en mi biblioteca. Esto no se veía bien. Quizás alguien visite mi hogar y repare en este descuido, interpretándolo como indolencia. Podía regresar al velorio y tomar algunos títulos, eso me ganaría algunos elogios por parte de mis visitantes. Nadie me preguntaría por su contenido, de manera que leerlos no sería necesidad.

Decidí informarme antes de partir, a veces se deben intercambiar palabras con otros afligidos. Ya habían pasado casi 48 horas desde su muerte (17 de abril). Siendo sincero, esperaba encontrar algún hecho que indicase su muerte distinta al común de los humanos –que en su último respiro, su cabello se tornase azul o que tras su muerte lloviesen minúsculas flores amarillas- pero nada. García Márquez murió internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, en México. ¿La causa? Cáncer linfático.

Busqué mi mejor traje y miré la hora, no sabía si aquel día lograría llegar de vuelta a la ceremonia, pero no había apuro, ésta se prolongará. El aire acondicionado que poseen algunas librerías retrasa el proceso de descomposición.

El Realismo Mágico de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez nos deja en el mes del libro. Qué honorable me resulta su partida, muere casualmente como Úrsula: un jueves santo. Sin embargo la muerte es algo inútil cuando se trata de un escritor como Gabriel García Márquez. Hoy, sus letras quedan inmortalizadas a través del tiempo, su luz de vida invade de forma radiante hasta el rincón más sombrío gracias a su infinita literatura. Pocos son los escritores que en vida alcanzan el éxito y el reconocimiento que les corresponde, y Gabriel García Márquez se ganó con creces el espacio que se merecía.

Un novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano que en el año 1982 recibe el premio nobel de literatura por su obra Cien años de soledad, que es considerada parte de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos. 

Las experiencias vividas en la temprana edad son las que él utiliza y conserva para dar origen a la elaboración de sus escritos. Entonces, la infancia cumple un rol fundamental, los sucesos ocurridos durante los primeros ocho años de su vida son los que alimentan su esencia y sostienen sus obras literarias. Gabriel García Márquez mantuvo el espíritu de su niñez, desde esa base la imaginación abre paso a la creación. 

Gabriel García Márquez desde muy pequeño estuvo al cuidado de sus abuelos maternos. Su abuelo, El coronel Nicolás Márquez, lo describe como su “cordón umbilical con la historia y la realidad”. A su abuela, Tranquilina Iguarán, la recuerda como una mujer imaginativa y supersticiosa que llenaba la casa con sus historias de fantasmas y premoniciones. Tanta fue la importancia que tuvo en la vida del escritor que la considera como su principal influencia literaria, por transmitirle esa forma tan original de ver el mundo. Cuando ella contaba sus historias, trataba lo insólito como algo realmente normal y natural, sin importarle cuán fantasiosos e irreales fueran, siempre los refería como una verdad absoluta. Treinta años después es su abuela quién lo inspira para darle vida al personaje de Úrsula Iguarán en su libro Cien años de soledad

De esta manera el Realismo Mágico de García Márquez es la representación misma de la realidad, es su infancia, los pueblos perdidos, las costumbres indígenas. Su ciudad natal Aracataca, le sirve como referencia geográfica para crear Macondo, un lugar que arde, afectado constantemente por la violencia al igual que su país y que a través del Realismo Mágico encuentra la forma ideal para generar la salida de la libertad y la justicia.

La realidad se va uniendo con la historia de Colombia y su continente, de esta manera Latinoamérica palpita en Cien años de soledad. Gabo nos narra los acontecimientos dolorosos como algo existente, que no cambia y se siente. Entonces, pueden transcurrir cien años en la historia de la humanidad y los problemas de la sociedad no cesarán, porque el hombre en soledad sigue cometiendo los mismos errores una y otra vez. 

Un hombre como García Márquez, no puede ser de aquí, sino de todas partes. Seguramente ya era hora de preparar sus andanzas para una nueva excursión, era el momento preciso para emprender su viaje hacia ese universo sin fin que él mismo ideó para sí mismo y para todos, sin distinción alguna. Gabo, como solían decirle sus más cercanos amigos y compatriotas, nos abrió sus magníficas puertas para enseñarnos un mundo completamente nuevo, distinto a todos los demás, su Realismo Mágico es hoy la llave principal para reencontrarnos con él y su mundo entero.

lunes, 21 de abril de 2014

Las cenizas de la felicidad









Título: Fahrenheit 451.
Autor: Ray Bradbury.
Año de publicación: 1953.
Editorial: Desconocida.



Los libros y relatos de ciencia ficción se caracterizan por la innovación tecnológica como una ventaja para la sociedad, sepultando, aparentemente, bajo estos avances la complejidad psicológica de los personajes, como si fueran otro invento más del futuro. Fahrenheit 451 es lo mismo y lo contrario, nos encontramos con avances científicos y tecnológicos prácticos para la vida cotidiana, pero también con el desarrollo retrospectivo del protagonista, Guy Montag, en cuanto a su humanidad.

La persona contemporánea del siglo XXI vive en el libro sin saberlo. Tenemos medios de comunicación que superan cualquier expectativa del siglo pasado, pero aun así no logramos comunicarnos del todo, ya que lo que prima es el aparato que nos facilita la comunicación, no el mensaje ni los hablantes en sí mismos. Fahrenheit 451 provoca esto, quien acceda a él creerá que todo se trata sobre la quema de libros y atesorará el que tiene en las manos para no caer en la barbaridad de los villanos del libro, sin comprender que al hacer eso, se están convirtiendo en los antagonistas de su propia historia: “No es libros lo que usted necesita, sino algunas de las cosas que en un tiempo estuvieron en los libros”, diría el profesor Faber. Lo importante no es el medio, sino lo que nos cuentan y el cómo nos cuentan esta historia, y Ray Bradbury proyecta esto en la abundancia de diálogos reflexivos entre los personajes como monólogos interiores, los cuales mantienen en latente sintonía a la historia, a la crítica de obras literarias y su valor para la humanidad. Estas cavilaciones pueden conducir a diversos puntos, pero todas parecieran encontrarse en una encrucijada que Clarisse McClellan inquiere y deduce en su primer encuentro con el protagonista:


—¿Es usted feliz? —preguntó.


—¿Que si soy qué? —replicó él.

Guy Montag puede representar lo que somos en la sociedad, unos fieles sirvientes de las masas y de las nuevas tecnologías, olvidándonos de nuestra condición como seres humanos y de una necesidad tan primordial para nuestra existencia: La felicidad: “Cuando mayor es el mercado, Montag, menos hay que hacer frente a la controversia, recuerda esto”. En Fahrenheit 451 se profundiza esta lucha del hombre contra el mundo por la felicidad individual por sobre la colectiva, abandonando los intereses de los demás e ignorando los riesgos que supone ir en contra de las leyes de comportamiento implícitas establecidas por los grupos sociales. Con una prosa que da la sensación de ser pequeñas chispas incendiaras de todo un sistema social establecido, Bradbury escribe esta historia para ser consumida por las mismas llamas de sus bomberos pirómanos. Transforma a un protagonista sin rumbo ni ideas propias, en el ideal de persona crítica que abre los ojos para ver en lo que se ha convertido el mundo en el que vive, concluyendo en una travesía interna y personal de quien busca permanentemente aquella felicidad de antaño que ya no existe en su realidad, pero donde el mero hecho de seguir buscándola, significa que no todo está perdido.


Un clásico de la literatura escolar, eso es este libro tan conocido de Ray Bradbury, con el que se busca promover la diversidad de opiniones entre los estudiantes y la valorización de los libros en los jóvenes, al mismo tiempo que se desaprovechan las interrogativas morales y psicológicas que podrían fomentarse para acercar más a los lectores al protagonista y a su historia, para que así, ellos puedan sentirlas arder como propias.

Lágrimas de chocolate














Como agua para chocolate
Laura Esquivel
Debolsillo
2005
210 páginas



Como agua para chocolate, es un libro orientado exclusivamente a entretener al lector, cumpliendo de este modo su función sin mayor dificultad. Un Best Seller, con una estructura básica, demasiado simple que lo convierte en un texto corriente, fácil de digerir y comprender. Sin embargo, se van utilizando diversos términos que particularmente aquí no son conocidos, debido a la existencia de variables diatópicas en el vocabulario. Un ejemplo que deja en evidencia esta reciente observación, serían los nombres en las recetas de cocina que la protagonista, Tita, va preparando ‘’Mole de guajolote con almendra y ajonjolí’’.


La historia es narrada sin seguir un orden temporal cronológico, la escritora utiliza diversas técnicas narrativas, siendo el racconto el primer recurso en aparecer y el flashback el más aplicado. En su primera parte, interioriza de inmediato en sus personajes, lo que provoca una sensación de carencia de misterios y descubrimientos ante los acontecimientos que se van desarrollando. Pese a que su género representa el Realismo Mágico su contenido se explicita demasiado, impidiendo un proceso de imaginación más allá de lo que se relata. 

Laura Esquivel intenta seguir con el género artístico del Boom latinoamericano, tras grandes exponentes tales como Gabriel García Márquez (Nobel de Literatura en el año 1982), Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, entre otros escritores de la segunda mitad del siglo XX. Un ejemplo de esto, se observa en el primer capítulo de Como Agua Para Chocolate, en donde se menciona que “Tita fue literalmente empujada a este mundo por un torrente impresionante de lágrimas que se desbordaron sobre la mesa y el piso de la cocina’’. De esta forma se demuestra lo irreal y extraño, como algo común y cotidiano con el Realismo Mágico.

La novela envuelve un contexto social en donde la familia es autoritaria y conservadora, encabezada por Mamá Elena, una mujer rígida y autosuficiente, madre de Rosaura, Gertrudis y Tita. Sin embargo, se nota el miedo a la soledad que experimenta la madre, y por la misma razón condena a su hija menor a permanecer junto a ella, cuidándola hasta que muera.

Como es típico, el enganche siempre lo envuelve una historia de amor en la obra. Tita y Pedro están enamorados, pero es un amor prohibido y como es de esperarse lo prohíbo muchas veces se vuelve algo deseable. De esta manera, vemos a una Tita sentenciada y manipulada por su Madre, y por otro a un Pedro cobarde que no es capaz de enfrentar su sentir de la forma correcta. 

A pesar del tiempo y la distancia, el amor de Tita y Pedro siempre se mantuvo cálido frente al sol. Sin embargo, llegan a un momento en que su deseo estalla y se derrite, disolviéndolo todo. Los personajes terminan muriéndose cuando por fin podían estar juntos, consumiéndose en el fuego como palitos de fósforos… ni las lágrimas de chocolate alcanzan a apagar las llamas. Tanto se desea su unión, que el desenlace se vuelve desilusionante, casi como una copia barata de aquellos finales trágicos de las obras más populares, existentes en la historia de la literatura. 

Se comprende en la historia que Tita, el personaje principal de esta novela, es un ser sumiso que está condenada a las tradiciones familiares de su época. Sin embargo, a mi parecer, se convierte en el sujeto que más inspira libertad. Mientras más se oprimen sus deseos, mayor es su necesidad por encontrar aquella libertad espiritual que tanto se le niega. Entonces, obtenerla se vuelve su objetivo primordial, una lucha constante por desbordar todas aquellas represiones que han sido contenidas, provocando tarde o temprano la llegada de un tsunami interior. 

Sin embargo, se puede destacar una cierta originalidad en el libro, cuando la historia se complementa con la cocina. En la novela encontramos en su mayoría sucesos de esta índole, esa relación estrecha que posee con la comida: ´´Tita apretaba las rosas con tal fuerza contra su pecho que, cuando llegó a la cocina, las rosas, que en un principio eran de color rosado, ya se habían vuelto rojas por la sangre de las manos y el pecho de Tita. De pronto escuchó claramente la voz de Nacha’’, dictándole al oído una receta prehispánica donde se utilizaban pétalos de rosa. La protagonista deja una evidencia al registrar en su diario de vida el modo de preparación de cada una de sus recetas, declarando a su vez todos aquellos acontecimientos que le fueron sucediendo con cada una de ellas. 

Como agua para chocolate tiene una narrativa que se explaya y que contrasta en sus personajes las diversas temáticas que en la novela se desatan, ya que cada uno de ellos tiene algo por resolver. Entonces, ese motivo que mueve a los personajes es el que finalmente transforma el libro en un texto que entretiene y que recrea al lector.

jueves, 17 de abril de 2014

Un amor enfermizo



Una de las más grandes obras de William Shakespeare, es indudablemente Romeo y Julieta, obra que a lo largo del tiempo ha dado lugar a cientos de expresiones artísticas, que se basan en la trágica historia de amor de aquellos dos jóvenes desdichados.

La obra se desarrolla en Italia, Verona donde vivían  dos familias los muy influyentes de la sociedad de la época  los  Capuleto y los Montesco. Estas familias vivían en una  lucha de interés, intereses motivados por las ansias de poder.

Romeo asiste a una  fiesta de disfraces organizada por los Capuleto, padres de Julieta, es allí donde conoce a su amada, Julia Mariana de la Graza Capulina y se enamora perdidamente de ella, desconociendo absolutamente que la dueña de sus sueños, era hija de los más grandes enemigos de sus padres (los Capuleto).

Romeo y Julieta como tema principal aborda la problemática de dos adolecentes enamorados e inexpertos en el amor, que deben decidir entre su amor o sus familias.

Una de las temáticas más importantes que contiene  la obra, es la pasión como enfermedad. Romeo y Julieta eran muy jóvenes y no poseían la  experiencia suficiente en el amor, sin embargo se aferran a este sentimiento que esta por sobre todo, pese a la rivalidad que existe entre sus familias, están dispuestos a hacer cualquier cosa por luchar por su amor, por su ilusión, por su todo. Es esta pasión enfermiza, el motor que mueve los engranajes de la creación de Shakespeare .Son aquellos dos enfermos de amor, que nos dejan con el corazón apretado al declarar su amor , esa capacidad que tienen los adolecentes para vincularse, la que nos hace pensar es que acaso el amor nos enferma a tal punto de volverse mortal. Tal cual lo dice nuestra querida Julieta: "Padre, no me digáis que lo sabéis sin decirme también cómo impedirlo. Si, en vuestra prudencia, no me dais auxilio, aprobad mi decisión y yo al instante con este cuchillo pondré remedio a todo esto.”.De esta manera se pueda apreciar el amor enfermizo presente en Romeo y Julieta.

Otra de las temáticas que aborda la obra es  la violencia, Podemos vislumbrar  en la tragedia de Romeo y Julieta, como esta rivalidad que existía entre ambas familias los llevará a consecuencias drásticas y devastadoras. Tebaldo mata a Mercucio y Romeo decide tomar una venganza despiadada: “Tebaldo, te devuelvo lo de «ruin» con que me ofendiste, pues el alma de Mercucio está sobre nuestras cabezas esperando a que la tuya sea su compañera. Tú, yo, o los dos le seguiremos”.

William Shakespeare nos deja una moraleja tan  importante acerca de por qué el odio y la venganza trae consigo consecuencias nefastas. Estas familias  finalmente, se dieron cuenta de que su odio no causo otra cosa  más que dolor y amargura, pues sus ansias de poder destruyeron no solo los sueños de estos jóvenes enamorados, sino que   la muerte de sus dos hijos. Tremendo final que ha quedado en el inconsciente colectivo de las personas.

Otra temática interesante que se pueden apreciar en esta obra, es el juego de palabras que utiliza William Shakespeare, tanto Romeo como  Julieta utilizan un lenguaje poético entre sí, exclamando su amor el uno al otro con palabras demasiado embellecidas, para su corta edad ,sin haber tenido experiencia alguna anteriormente, entregándose a esta pasión desenfrenada. Sólo necesitamos detenernos un momento, para darnos  cuenta de lo que le dice Romeo a Julieta para apreciarlo de mejor manera: “Romeo:-Te cojo por la palabra. Llámame tan sólo tú amante y recibiré un segundo bautismo: De aquí en adelante no seré más Romeo-.”.De cierta manera existe una exageración por parte del autor el lenguaje asignado a los personajes, pues cuesta creer que dos jóvenes poco ávidos en el tema sentimental, se expresen de forma tan apasionada.

William Shakespeare utiliza una diversidad de formas poéticas a lo largo del relato con la intención de decir las cosas de otra manera que resulte más atractiva y romántica al lector.

Al leer  Romeo y Julieta, nos encontraremos, con un fuerte contenido valóricos, por dar  algunos ejemplos; la perseverancia, el perdón el amor por sobre todas las cosas, la dignidad, el arrepentimiento, entre otros.

Realmente al estar delante de una obra como esta, podemos decir que estamos frente a un clásico de la literatura Universal, las problemáticas insertas en, Romeo y Julieta no dejan de estar ausentes en nuestros tiempos. Es tangible todavía, aquella  necesidad nuestra de sentir  aprobación de las familias, al momento de tener que presentar a nuestro  novio, pareja, pretendiente etc.

Aun cuando vivimos en la era de las informaciones o el conocimiento, el concepto del amor eterno se hace presente en nuestras conversaciones cotidianas. La idea de que todos tenemos un destino se muestra patente aun en todo tipo de sociedades.

A modo de reflexión, sería conveniente preguntarnos ¿Cuáles serán los limites al amar, serán los limites enfermizos que nos proponen Romeo y Julieta?

Celestina por los siglos, de los siglos













Celestina por los siglos, de los siglos

La lectura de La Celestina nos transporta justo en la frontera de dos grandes edades, fines de la Edad Media y principios de la modernidad, es por ello que los elementos presentes en la obra de Fernando de Rojas, condensan problemáticas tan propias de ambas épocas. Por un lado el amor vivido al estilo medieval, con las características cortesanas que nos dejan, entrever a través Melibea y con los rasgos caballerescos que expresa Calisto al idealizar a su amada, pero lo que más enriquece la obra son los matices presentes en ella, la evolución que los personajes van sobrellevando. Cómo Melibea, en lo que transcurre la obra, va abandonando su postura sobria antes las demostraciones de amor de Calisto y las interferencias de Celestina, de esta manera se comporta de acuerdo a lo que siente.

Más allá del romanticismo que envuelve la creación de Rojas, más allá de la tragicomedia camuflada en los elementos morales, valóricos y costumbristas de la época, La Celestina nos permite observar un conflicto social, en el cual claramente identificamos la clase dominante y la clase dominada. Calisto y Melibea son dos jóvenes de alto linaje, es decir, son parte de los más privilegiados y Sempronio, Pármeno, Elicia, Lucrecia, Areúsa, Tristán y Sosia corresponden a los menos favorecidos. ¿Cuál es el puente entre ellos? Celestina, quien es juzgada en aquel entonces como alcahueta, codiciosa, inescrupulosa y hechicera, pues bien ella es el puente entre estas dos clases.

La modernidad se acerca a pasos agigantados y con ello sus consecuencias, las características de mercado los oficios y el trabajo individual. En el olvido va quedando el sistema de trabajo para con la comunidad, cada quien comienza a sobrevivir por sus propios  medios. Celestina, a propósito de todas estas implicancias del mercado, trabaja en su propio oficio el de la alcahuetería; el que consiste  en propiciar encuentros amorosos a cambio de una paga por esta ayuda. La sociedad veía de muy mala manera  esta actividad, ya que según la iglesia, la alcahuetería se relacionaba con la magia negra.

Según muchas interpretaciones, es Celestina la antagonista de la historia por aprovecharse del sufrimiento de Calisto, no obstante, visto desde la otra vereda, Celestina, practica un oficio como cualquier otro o incluso más importante, porque es ella quien genera uniones y vínculos a través de la alcahuetería, es decir, no promueve con sus acciones  el individualismo, sino una construcción de comunidad ¿Qué sería de aquellos dos amantes? Sin este puente, sin esta tejedora de lazos amorosos. Finalmente es Celestina, el eje integrado de la trama, porque alrededor de ella suscitan todos los acontecimientos.

Celestina vivía de su trabajo con el cual sustentaba sus necesidades, necesidades que los de alto linaje por supuesto no sufrían, así lo enuncia ella: “Celestina- ¿El primero, hijo? Pocas vírgenes has visto en esta ciudad que hayan abierto tienda y no haya sido yo la corredora de su primer hilado .En naciendo la muchacha la hago inscribir en mi registro. ¿Qué pensaba? ¿Habíame de mantener del viento? ¿De que como y bebo?¿De qué visto y calzo?”

Celestina, desde el punto de vista social, representa la mejor evolución de las relaciones Señor y Criado y porque no decirlo plantea, la revolución de los criados. Celestina, al ser la maestra en el oficio del cual todos despreciaban, pero que a la vez necesitaban, terminó siendo la real víctima de la historia muriendo en manos de la misma revolución que ella promovió. El entramado de vínculos sobrepasó a nuestra alcahueta, que solo vivía de su herramienta la cual la vida y los tropiezos le ensañaron a manejar a la perfección. Sus hijos (Pármeno y Sempronio) como ella los llamaba, terminaron con su vida, estos murieron descabezados en la plaza púbica. Murieron peleando por lo que la naturaleza no les heredó, las riquezas. Riquezas que el pobre anhela y los Señores desperdician. Los dominantes murieron sintiendo y lamentando no haber aprovechando lo suficientemente el amor. Qué será de los amantes, que será de los criados. El puente cayó ya nada unirá jamás los lazos de amor, ni de codicia, ni de lujuria ¿Quién seguirá creando comunidad? Si la vieja alcahueta ha muerto.

La Celestina es una de las más grandes obras de la literatura española moderna, algunos la posicionan después de Don Quijote De la Mancha, lo cierto es que  ambos no encajaban con la sociedad en la que les toco desarrollarse. Don Quijote quiere rescatar los valores medievales, pero choca con su realidad al enfrentarse a diario con personas que lo tachan de loco por querer hacer el bien tal cual y al pie de la letra que los caballeros medievales. Nuestro querido hidalgo al igual que Celestina, le hace frente a su realidad ante toda adversidad. Celestina de distinta manera enfrenta a los prejuicios de su entorno, porque debe comer, porque debe vestirse, no obstante carga también con los “normales” de su realidad social.

Esta majestuosa comedia humanista fue escrita en el 1499 y  hoy, en pleno siglo XXI, año 2014, nos sigue dando enseñanzas, esto porque es una verdadera obra de arte. Sus temáticas como amor, injusticia social, valores, muerte y traición siguen  vigentes, tal cual en la realidad social de Celestina, la vieja hechicera y alcahueta que tan bien sabía mantenerse de su oficio, era prostituta, luego dirigió un prostíbulo. Qué cosa más perdurable que esta ¿Cuántas Celestinas existen hoy en día?   ¿Cuántas jóvenes mujeres se siguen encontrando con el camino de la prostitución?

La realidad actual no dista mucho de lo que proyecta La Celestina, muchas jóvenes se ven obligadas a recorrer este camino, al ser parte de una sociedad excluyente y desigual. La prostitución es la opción más rápida para salir “adelante”. Generalmente toda su vida se dedican a esta actividad, las más experimentadas capturan a las muchachas más vulnerables para guiarlas y así perdura este círculo, por los siglos, de los siglos.

Hay quienes apuntan a que la prostitución sea un trabajo legal, pero esta problemática esconde las historias de quienes no tuvieron oportunidades reales para crecer. Esto ocurrió y seguirá ocurriendo mientras los dominantes sigan siendo los mismos, es decir, quienes tienen los recursos económicos, llámense señores feudales, nobles o empresarios. Estos lamentablemente,son quienes manejan la única herramienta que los menos favorecidos, tenemos para crecer y  desarrollarnos de manera íntegra, esta herramienta es la educación. Educación que es manejada a su antojo, que responde únicamente los fines de crear individuos útiles, para la sociedad de mercado en la que nos desenvolvemos, porque supuestamente no se puede tener una sociedad llena de profesionales. Claro tenemos que tener panaderos, agricultores, obreros, mueblistas y quien sabe hasta trabajadoras sexuales, pero debemos tener la opción de elegir siendo absolutamente consientes del camino que escogimos vivir. El panadero debería recibir la misma base educativa que el doctor o el abogado, con la diferencia que el escogió ser panadero porque es lo que le gusta, no porque tuvo que dedicarse a trabajar de panadero porque debía llevar un plato de comida a su casa. El mismo caso de Celestina quien se dedico a la prostitución por necesidad, no porque precisamente le gustase su trabajo. Finalmente nunca recibió las herramienta educativas para elegir de manera absolutamente consiente su camino.

Sugiero que al estar delante del análisis de una obra con la magnitud de La Celestina, la lectura se lleve con sumo cuidado, pues es muy fácil dejarse llevar por los conceptos valóricos que esta contiene. La gran mayoría de los juicios de valor que se encuentran explícitamente en la obra, no son muy distintos a los que hoy nos rigen y nuestra misión es encontrar aquellas cosas que no  siempre son dichas, para enriquecer nuestra experiencia lectora, entendiendo y conectando de esta manera que las problemáticas entre las Edades de la Historia Universal, pues son mucho más potentes de lo que podemos imaginarnos. De esta manera volvernos lectores más críticos, abandonando la lectura opaca y sin sentido, para así centrarnos en las cosas que a lo largo del tiempo no han cambiado tratando de encontrar explicaciones, que se traducen en verdaderos aprendizajes en el presente.  

miércoles, 16 de abril de 2014

La tinta que delimita una incisión
















Los Mutilados, 1923
Hermann Ungar
Siruela. Madrid
2012
160 páginas





Una de las primeras aproximaciones a la literatura ocurre con el placer que nos genera una historia al pasar las páginas. Esto crea cierta complicidad entre autor y lector, vínculo que disuelve toda lógica de espacio y tiempo. Nosotros, como lectores, estamos dispuestos a aceptar el entramado que comenzará a tejerse una vez que abramos el libro. Pero para que esto ocurra, el autor debe seducirnos con solo algunas palabras que remezan alguno de nuestros sentidos. Hermann Ungar escogió Los Mutilados y esta combinación de artículo – sustantivo es suficiente para provocar la curiosidad de nuestra mente lectora, haciéndonos retroceder un paso y bajar de nuestra posición civilizada, despertando una morbosidad que esperamos estimular con lo que se esconde tras esa combinación.

Existe un proverbio antiguo que dice “la venganza es un plato que se sirve frío”. Probablemente Franz Polzer, protagonista en la novela de Ungar, no lo sabe. Pero su historia es la historia de la venganza. Venganza del ser oprimido, insignificante, aquel que ni siquiera tiene conciencia de sus miembros. Es más, se le presentan como elementos fraccionados tal como deja ver Polzer tras la amputación de Karl Fanta: “¿Qué han hecho con el brazo?” es su pregunta.
Estas fracciones son lo que dan cierta idea del sujeto moderno. Cada reunión con Fanta, cada excursión con la viuda Porges, cada intercambio de palabras con un compañero de la banca no solo articulan la trama sino que configuran a un personaje como Polzer. Es por estos acontecimientos que logramos hacer una idea de él, logrando trascender a una figura más compleja que la mera bidimensionalidad descrita en las páginas.
Polzer es una construcción histórica, una acumulación de la escoria que las sociedades han ido barriendo siglo tras siglo bajo la alfombra. Y esta es la venganza, no de Polzer sino de Ungar. Levantar aquel bello tapete que ha decorado nuestros espacios íntimos y mostrarnos su repugnancia, que el hedor de aquel cuerpo en descomposición impregne cada fibra de nuestro hábitat, hasta vivir en una constante náusea.

Vuelvo al viejo proverbio. Si el contenido de Los Mutilados es la venganza, Ungar, para entregarnos este plato, ha bajado la temperatura tantos grados, que una fina capa de hielo ha cubierto su producto. Y es que aun cuando este contenido se acerque a un visceral expresionismo, este ha sido registrado en las páginas por medio del más frío objetivismo. Esta unión que a primera vista puede parecer contradictoria es un atributo que el lector debería agradecer, ya que amplía de manera sustancial el rango de interpretación. Especialmente cuando nos toca juzgar si el testimonio que se nos presenta merece nuestra compasión, nuestra burla o nuestro desprecio. En fin, cualquiera sea el territorio que decidiremos explorar ante el patetismo de nuestro Polzer. Casos tales como el nudo dramático que gira en torno a un diminuto agujero en su pantalón: “Polzer, aterrorizado, puso el sombrero sobre el agujero. Durante toda la tarde, sostuvo el sombrero sobre el agujero con ademán protector”.
Recursos como la reiteración y la omisión podrían ser lapidarios en otros autores, pero Ungar está cincelando un epitafio con su narrativa. Estos recursos dan fuerza y ayudan a posicionar las palabras escritas en el mármol que se erige sobre el verde prado de la historia de la literatura.
La reiteración cumple dos funciones. Las primeras diez veces que Polzer piensa en “la raya del pelo”, ya sea de la cabeza de su tía o de la cabeza de la viuda Porges, Ungar no está tratando de reafirmar aquella imagen en la mente de nuestro protagonista sino en la nuestra, que podamos establecerla e identificarla como un símbolo en su narrativa. Pero hacia la trigésima vez que leamos “la raya del pelo”, Ungar ha destruido cualquier tipo de conexión con una cabeza, ha dejado caer aquella imagen en el vacío del absurdo y la locura, tanto de Polzer como nuestra, evidenciando la ridiculez de nuestra condición racional, la pretensión de querer dar lógica a cada estímulo que electrifica nuestras fibras. De igual manera con muchas otras imágenes, las configura de manera que aparenten dar sentido a la psiquis de Polzer, luego las repite una y otra vez hasta que nuestro cerebro las suelte y se entierren en nuestra piel.
Las omisiones se vuelven una de las mayores fortalezas. Por cada detalle que la novela oculte nuestra mente dará una decena de posibilidades, cada una más macabra que la anterior. Y es en esta espiral al abismo que la novela ha encontrado su lugar en nosotros, se alza reclamando su lugar como miembro de un cuerpo que no sabíamos existía.

Para concluir, retomo la imagen del plato servido frío. Es comprensible que el autor haya escogido la frialdad como temperatura para servir (a) su venganza, ya que una novela como Los Mutilados solo puede surgir de las entrañas, la tinta con que fue escrita tiene que haber estado conectada a las arterias de Ungar y una incisión debió tomar lugar en su momento, de manera que Ungar pudiese deshacerse de este miembro y hoy lo podamos encontrar en la estantería de alguna librería o biblioteca. De ser así, solo la frialdad puede evitar la descomposición y permitir que Los Mutilados pase la prueba del tiempo sin ningún deterioro. Con esto en mente, quizás podamos ser nosotros los que respondamos  a la pregunta de Polzer -“¿Qué han hecho con el brazo?”-. Ha estado cubriéndose de polvo en distintas estanterías, esperando que algún valiente se acerque y vea el corte efectuado en donde antes había estado un hombro. Que aquel corte dé cuenta que ese miembro alguna vez estuvo conectado a un cuerpo que albergaba el calor de la vida misma. Que aquel corte dé cuenta también de la enfermedad que arrebató aquel calor de dicho cuerpo. Que aquel corte nos haga entender que a veces enfermedad y cuerpo son uno solo.
Y mientras mayor proximidad procuremos, la obra de Ungar comenzará a perder su frialdad y subirá paulatinamente sus grados, debido que será de nuestro calor que se alimentará. Y aceptaremos de buena gana este pacto, ya que una vez subida la temperatura, nos atraerá el color y olor que este corte desprenda.  Ese es el placer que nos otorga Los Mutilados, el goce de que aunque caminemos sobre nuestros dos pies aún somos bestias que reaccionan al aroma de la carne fresca.