lunes, 28 de abril de 2014

Crónica de una conducta notificada

El reciente 19 de abril visité una librería de la capital que frecuento, pero esta vez el espacio tenía mayor concurrencia de la habitual. Agudicé mi oído en busca de algún dato que diese sentido a tal acontecimiento. El mismo nombre de autor fue repetido por cada cliente. Mayor fue mi sorpresa al percatarme que aquellos clientes no eran los que tradicionalmente llegan en busca de este autor. Estos no eran escolares cuyas manos sostenían una hoja tamaño carta con títulos de una lectura obligatoria, sino adultos que venían en distinta variedad de formas, colores y tamaños. Me acerqué a uno de los vendedores a preguntar si había algo que explicase tal entusiasmo (una rebaja en sus títulos era mi apuesta) pero éste me miró con una frialdad que provoca sudor en las manos y dijo “¿No se ha enterado? Murió Gabriel García Márquez”.

De inmediato supe que mi presencia no se ajustaba al acontecimiento, mi vestimenta no era la adecuada, aquel hombre ya no era un vendedor sino que se erigía como capellán y en mi desconcierto, no había notado los focos que, a falta de cirios, iluminaban la urna dispuesta al centro del salón y que estaba desbordada de libros escritos por el autor. Cada persona que ingresaba, lo hacía con la intención de presentar sus respetos y quizás llevarse uno de éstos como recuerdo, casi a modo de agradecimiento por haber estado atentos a la página de obituarios del periódico de los últimos días.

Regresé a casa, no quería ser irrespetuoso. Pero al sentarme en mi sala de estar, la realidad me golpeó. En frente mío, solamente un lomo con el nombre del autor en mi biblioteca. Esto no se veía bien. Quizás alguien visite mi hogar y repare en este descuido, interpretándolo como indolencia. Podía regresar al velorio y tomar algunos títulos, eso me ganaría algunos elogios por parte de mis visitantes. Nadie me preguntaría por su contenido, de manera que leerlos no sería necesidad.

Decidí informarme antes de partir, a veces se deben intercambiar palabras con otros afligidos. Ya habían pasado casi 48 horas desde su muerte (17 de abril). Siendo sincero, esperaba encontrar algún hecho que indicase su muerte distinta al común de los humanos –que en su último respiro, su cabello se tornase azul o que tras su muerte lloviesen minúsculas flores amarillas- pero nada. García Márquez murió internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, en México. ¿La causa? Cáncer linfático.

Busqué mi mejor traje y miré la hora, no sabía si aquel día lograría llegar de vuelta a la ceremonia, pero no había apuro, ésta se prolongará. El aire acondicionado que poseen algunas librerías retrasa el proceso de descomposición.

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