Gabriel García Márquez nos deja en el mes del libro. Qué honorable me resulta su partida, muere casualmente como Úrsula: un jueves santo. Sin embargo la muerte es algo inútil cuando se trata de un escritor como Gabriel García Márquez. Hoy, sus letras quedan inmortalizadas a través del tiempo, su luz de vida invade de forma radiante hasta el rincón más sombrío gracias a su infinita literatura. Pocos son los escritores que en vida alcanzan el éxito y el reconocimiento que les corresponde, y Gabriel García Márquez se ganó con creces el espacio que se merecía.
Un novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano que en el año 1982 recibe el premio nobel de literatura por su obra Cien años de soledad, que es considerada parte de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos.
Las experiencias vividas en la temprana edad son las que él utiliza y conserva para dar origen a la elaboración de sus escritos. Entonces, la infancia cumple un rol fundamental, los sucesos ocurridos durante los primeros ocho años de su vida son los que alimentan su esencia y sostienen sus obras literarias. Gabriel García Márquez mantuvo el espíritu de su niñez, desde esa base la imaginación abre paso a la creación.
Gabriel García Márquez desde muy pequeño estuvo al cuidado de sus abuelos maternos. Su abuelo, El coronel Nicolás Márquez, lo describe como su “cordón umbilical con la historia y la realidad”. A su abuela, Tranquilina Iguarán, la recuerda como una mujer imaginativa y supersticiosa que llenaba la casa con sus historias de fantasmas y premoniciones. Tanta fue la importancia que tuvo en la vida del escritor que la considera como su principal influencia literaria, por transmitirle esa forma tan original de ver el mundo. Cuando ella contaba sus historias, trataba lo insólito como algo realmente normal y natural, sin importarle cuán fantasiosos e irreales fueran, siempre los refería como una verdad absoluta. Treinta años después es su abuela quién lo inspira para darle vida al personaje de Úrsula Iguarán en su libro Cien años de soledad.
De esta manera el Realismo Mágico de García Márquez es la representación misma de la realidad, es su infancia, los pueblos perdidos, las costumbres indígenas. Su ciudad natal Aracataca, le sirve como referencia geográfica para crear Macondo, un lugar que arde, afectado constantemente por la violencia al igual que su país y que a través del Realismo Mágico encuentra la forma ideal para generar la salida de la libertad y la justicia.
La realidad se va uniendo con la historia de Colombia y su continente, de esta manera Latinoamérica palpita en Cien años de soledad. Gabo nos narra los acontecimientos dolorosos como algo existente, que no cambia y se siente. Entonces, pueden transcurrir cien años en la historia de la humanidad y los problemas de la sociedad no cesarán, porque el hombre en soledad sigue cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Un hombre como García Márquez, no puede ser de aquí, sino de todas partes. Seguramente ya era hora de preparar sus andanzas para una nueva excursión, era el momento preciso para emprender su viaje hacia ese universo sin fin que él mismo ideó para sí mismo y para todos, sin distinción alguna. Gabo, como solían decirle sus más cercanos amigos y compatriotas, nos abrió sus magníficas puertas para enseñarnos un mundo completamente nuevo, distinto a todos los demás, su Realismo Mágico es hoy la llave principal para reencontrarnos con él y su mundo entero.
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