Los
Mutilados, 1923
Hermann
Ungar
Siruela.
Madrid
2012
160
páginas
En 1923
se publica Los Mutilados, novela
escrita por Hermann Ungar (Boskovice, Moravia. 1893). En esta época podemos dar
fe del cargo que el autor desempeña en la embajada de la antigua República de
Checoslovaquia. Lo que no se encuentra claramente documentado es el periodo en
qué Ungar escribe esta narración. ¿Habrá sido en la recuperación que las
heridas de la Primera Guerra Mundial dejaron en él? ¿Quizás en el tiempo libre
que le deja su ocupación de abogado? ¿Será uno de los guiones
teatrales que escribió que jamás llegó a ser representado en las tablas?
La figura
del autor llega hasta nuestros días como un enigma y de esta misma manera
construye al protagonista de Los
Mutilados, Franz Polzer, quien jamás ha cambiado de trabajo o domicilio.
Polzer jamás cambia de rutina. Todos los días hace el mismo recorrido de ida a
su trabajo en la banca y de regreso a la habitación que arrienda en casa de la
viuda Klara Porges.
Los
martes visita a su amigo de la infancia Karl Fanta, quien vive con su esposa y
cuyo cuerpo se cubre gradualmente de abscesos. Fanta ya ha perdido ambas
piernas, debido a una enfermedad que jamás se nombra en el texto, y está
próximo a perder uno de sus brazos.
La vida
de Polzer pierde toda su lógica cuando Fanta –obsesionado con la idea que su
mujer quiere dañarle- se instala con su enfermero Sontagg –antiguo matarife y
actual fanático religioso- en la casa de Klara Porges. Con la llegada de los
nuevos inquilinos, las obsesiones y patologías que han estado silenciadas en el
interior de Polzer, se manifestaran en cada rincón y crujir de paredes y pisos
del hogar de la viuda.
Elementos
como fechas, estaciones, direcciones se desvanecen en la narrativa de Ungar,
dejando que objetos e imágenes mentales tomen una condición de símbolo en la
cabeza de nuestro protagonista –el sombrero del difunto esposo de Klara, un
traje nuevo, la imagen de un santo sobre la cama, la raya blanca en la cabeza de
Klara que divide sus cabellos, la mancha de sangre seca en el delantal de
Sontagg- cruzando las coordenadas espacio temporales y configurando el devenir
de cada acontecimiento.
A medida
que avanzan las páginas, lo que comienza como una revisión a la monótona vida
de Polzar da paso a la perturbación, para llegar a lo repulsivo y culminar en
el pandemonio de las últimas páginas, donde la psicosis de Polzer se manifiesta
en un acto final, que aunque quizás predecible no por ello es menos
angustiante, dejándonos solo ruido y confusión.
Novela
inquietante que nos consume tal como la languidez de un pesado sueño causado
por un sinfín de horas en vela y solo se dispone a terminar con el grito que
provoca la insospechada pesadilla que llevamos en nuestro interior. A pesar de
la destreza y fuerza del autor, Los
Mutilados no es una lectura grata, pero la perversidad tiene cierta
hermosura. Al terminar las últimas líneas y cerrar el libro, las palabras que
Ungar ha escrito habitan en nuestro interior. Y es que ¿no son acaso las peores
pesadillas las que se quedan con nosotros durante el día?
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